viernes, 13 de febrero de 2009

El placer y los idiotas

Para hablar del placer se debería optar por una postura positiva (aunque cualquier postura sea buena para el placer, dependiendo de la forma física de cada uno) y seguro que volveré a este tema. Pero antes de plantear los beneficios quiero hablar sobre el placer en esta sociedad, tendente siempre a coartarlo o al menos a dirigirlo. Por esto incluyo aquí escritos y videos de Antonio Escohotado, porque quizás sea en el prohibicionismo sobre las drogas donde se represente más claramente esta situación. 




Las consecuencias de la prohibición las plantea muy acertadamente Noisés Naím en este artículo,

El sobrio no debe ser confundido con el abstemio, porque el primero es racional con o sin drogas, mientras el segundo sólo lo es sin ellas; uno puede penetrar en los pliegues de la desnudez y el otro ha de rehuirlo para no avergonzarse ante los demás y ante su propia conciencia. 

La cruzada contra las drogas ha tenido y tiene el mismo efecto que la cruzada contra las brujas: exacerbar hasta extremos inauditos un supuesto mal, justificando el sádico exterminio y el expolio de innumerables personas, así como el enriquecimiento de inquisidores corruptos y un próspero mercado negro de lo prohibido, que en el siglo XVI era de ungüentos brujeriles y hoy es de heroína o cocaína. No quebrantaremos el círculo vicioso de la cruzada sin sustituir las pautas de barbarie oscurantista por un principio de ilustración. Las drogas son cosas que siempre estuvieron entre nosotros, que sigen estándolo y que van a continuar así. Dado el clima de alarmismo contraproducente, donde para los jóvenes usar lo ilícito es en parte rito de pasaje hacia la madurez y en parte coartada que sugiere declararse irresponsable, nuestra alternativa es excitar un consumo irracional de productos adulterados, o apoyar un uso informado de sustancias puras.

Demonizar las drogas sólo nos ha hecho más inermes, más crueles para con nuestros semejantes y más idiotas en sentido original, ya que idiotés nombra en griego clásico a quien delega indefinidamente en otros la gestión de aquello común y por tanto suyo. No ya nuestra salud sino la de nuestros hijos y nietos pende de que recobremos su empleo como reto ético y estético personal -atendiendo a la aventura de libertad y saber allí subyacente-, sin desoír su valor como lenitivo mejor o peor para partes difíciles del vivir y vidas amargas. A mi juicio, sólo así podrán renacer en este campo un sentido crítico y una mesura dignos de su nombre, que fueron regla antes del experimento prohibicionista.
Antonio Escohotado. Historia General de las Drogas.

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